20 de julio de 2006

La mujer más vieja del mundo...

María Esther Heredia Capovilla, una guayaquileña de 116 años, considerada por el Libro de Récords Guinness como la mujer más longeva del mundo, agradece su edad a la leche de burra y al vino.

La anciana habita en un elegante barrio del norte de Guayaquil (Ecuador) junto a su segundo esposo, Martín Icaza, aunque no resiste dejar de ver a sus hijas Hilda e Irma, a sus once nietos, veinte bisnietos y dos tataranietas, que la visitan a menudo.

Su casa se convirtió en un centro de reunión de muchos, especialmente de periodistas, después de que fuera notificada por Guinness que era la mujer más anciana del planeta.

"No lo quiso creer" o quizá no entendió en un principio que era la mujer más vieja, aseguró a EFE su hija Hilda, aunque ahora asume ese título con alegría y vanidad, pues se arregla cada vez que algún reportero aparece por la casa.

María Esther Heredia nació en Guayaquil el 14 de septiembre de 1889 y es madre de tres hijos, aunque otros dos fallecieron.

A sus 116 años no usa bastón y le encanta ver la televisión, nunca ha padecido privaciones, pues procede de una de las familias acaudaladas y conservadoras de esa urbe porteña del oeste de Ecuador.

No obstante, la anciana conserva su sencillez de toda la vida, afirma su hija, y recuerda que a su madre le gustaban las fiestas y los paseos.

Ella está perfecta de salud, mejor que muchos, no le duele nada, no sufre del corazón, ni de incontinencia, no usa silla de ruedas, pero a veces alguien le toma del brazo para "ayudarla a caminar" cuando está cansada.

"Come sola, lee todos los titulares del periódico, ya que la letra menuda no puede leerla, porque no usa lentes, y le gusta la televisión, aunque a veces se queja de calambres en las piernas", añade Hilda.

Pero, ¿cuál es el secreto de su larga vida?: "La leche de burra" que consumía en una hacienda de una tía suya, y "el vino" que su primer esposo, el austríaco Antonio Capovilla Oliva, solía degustar con moderación y que influyó en la dieta de Heredia.

"Cuando era joven, en algún momento estuvo delicada de salud y fue invitada a una gran hacienda de una tía llamada Francisca. Allí iba de vacaciones y le gustaba tomar leche recién ordeñada de burra", relata su hija Hilda, que lamenta que ahora esa costumbre no forme parte de la dieta de su descendencia.

"A su esposo, como buen europeo, también le gustaba tomar vino después de las comidas y mi madre parece que también bebía una copa que otra", apuntó Hilda.

Ese cóctel, al parecer, alargó la vida de María Esther Heredia, según comenta su hija que, a falta de leche de burra, toma y sugiere a su familia que consuma leche de cabra, que es la que aún se puede encontrar en algún mercado de Guayaquil.

"Aún toma un poco de vino, pero sólo una copa de vez en cuando", añade Irma y asegura que otro de los factores que fortaleció su existencia fue "una vida tranquila, dedicada a su familia y a su hogar".

A María Esther Heredia jamás se le pasó por la mente que sería declarada la mujer más longeva del planeta, y la primera vez que se lo comunicaron no quiso creerlo y renegó del título que le había notificado Guinness.

Para la anciana ecuatoriana ese reconocimiento "no podía ser", porque sencillamente no se siente la mujer más vieja del mundo, aunque tras la incesante llegada de visitantes, ha decidido encarar el reto con su mejor ánimo.

Al principio, según su hija Irma, creía que era su cumpleaños o el festejo por su santo, pero luego se dio cuenta de que "era la mujer más famosa del mundo por su edad".

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